El delito de receptación, que implica recibir, adquirir o vender bienes de origen ilícito, ha cobrado relevancia en Colombia, especialmente con el aumento de la delincuencia organizada y el lavado de activos. Un caso reciente destacado fue la operación «Canal de Receptación», donde se desmanteló una red criminal que comercializaba vehículos y maquinaria robada, utilizando empresas fachada para ocultar el origen ilícito de los bienes.
El reto principal en la judicialización de este delito es probar que la persona acusada sabía o debía saber que los bienes que recibió provenían de actividades ilícitas. En algunos casos, los tribunales han utilizado indicios como precios sospechosamente bajos o documentos falsificados para establecer la responsabilidad del acusado, aun sin pruebas directas.
Aunque el Código Penal establece sanciones para quienes comercialicen bienes robados, incluso sin conocimiento directo, esto ha generado un debate sobre la proporcionalidad de las penas, especialmente en situaciones donde no se puede probar el dolo del acusado.
Para prevenir este delito, es esencial fortalecer los controles sobre la procedencia de los productos y educar a los comerciantes sobre los riesgos de la receptación. El uso de tecnología para rastrear y verificar el origen de los bienes se ha vuelto crucial para combatir esta problemática. En conclusión, la receptación no solo facilita el crimen organizado, sino que también pone en riesgo la seguridad pública, por lo que es necesario un esfuerzo conjunto para erradicarla.